impíos. Pero si estas personas se persuaden de que con sus palabras serán capaces de coartar a los que se rebelan contra Dios y Su verdad, su esperanza y expectación son ridículas. El apóstol Pablo, después de espaciarse en los consejos secretos de Dios tanto como era necesario, extiende la mano, por así decirlo, para prohibirnos ir más allá. Los espíritus inquietos, sin embargo, habrán de dar coces y cornadas, y con desarreglada veleidad saltarán sobre la valla que se les pone delante. ¿Cómo pensar,
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